***El primer periódico digital de Honduras, considerando la opinión del ahora analista, reproduce de manera íntegra un escrito del reconocido intelectual e historiador, Juan Ramón Martínez.
[su_pullquote]Por: Juan Ramón Martínez.[/su_pullquote][su_heading]Tegucigalpa, Honduras [/su_heading]
El primer periódico digital de Honduras, considerando la opinión del ahora analista, reproduce de manera íntegra un escrito del reconocido intelectual e historiador, Juan Ramón Martínez. «Cualquier semejanza es pura coincidencia».
Escrito integro:
“La historia se presenta, primero como tragedia; después como farsa” — F. Hegel.
El domingo 10 de octubre de 1954, se celebraron elecciones presidenciales para elegir a un Presidente, un vicepresidente y la totalidad de los diputados al Congreso Nacional. El presidente en ejercicio Juan Manuel Gálvez, había asumido el cargo el martes primero de febrero de 1949. En consecuencia, concluiría su periodo presidencial, el día lunes 31 de enero de 1955, fecha en que debía entregar la banda presidencial al ganador de las urnas del 10 de octubre de 1954. A estas elecciones concurrieron tres candidatos: por el Partido Liberal, Ramón Villeda Morales y Enrique Ortez Pinel, para presidente y vicepresidente, respectivamente; Tiburcio Carías Andino y Gregorio Reyes Zelaya por el Partido Nacional y Abraham Williams Calderón y Filiberto Díaz Zelaya por el MNR, (Movimiento Nacional Reformista). Concluido el escrutinio los resultados, aunque señalaron como ganadora la fórmula del Partido Liberal, esta no consiguió la mayoría absoluta exigida por la Constitución, de forma que la elección debería ser resuelta en el Congreso Nacional por parte de los diputados electos en esa misma oportunidad. Para lo que debían instalar el órgano legislativo,– concurriendo a sesiones preparatorias y elegir a la Junta Directiva Provisional y en Propiedad– a más tardar a las doce de la noche del día 5 de diciembre de 1954. En caso que el Congreso, por diversas razones, no llegara a practicar la elección de los ciudadanos que ejercerían el cargo de Presidente y Vicepresidente de la República, para el periodo comprendido entre el 1 de febrero de 1955- 31 de enero de 1961, la elección correspondería a la Corte Suprema de Justicia.
El riesgo mayor, para entonces, sin embargo no era que se pusieran de acuerdo sobre quién sería el elegido, entre los dos candidatos que habían obtenido mayoría de votos, es decir Ramón Villeda Morales y Tiburcio Carías Andino. Sino que, si el desacuerdo era absoluto, podían no concurrir los diputados de las dos facciones del Partido Nacional, que eran mayoría con respecto a los liberales; y con ello, impedir la instalación del Congreso Nacional el 5 de diciembre de 1954. Provocando la ruptura del orden constitucional, que se había mantenido, frágilmente sostenida, desde 1924.
Abraham William Calderón, candidato presidencial del MNR con los diputados de ese partido elegidos en Octubre de 1954. Son parados de izquierda a derecha: Dr. Marco Tulio Burgos (Yoro); Prof. Ramón Medina Cueva (Copán); Cap. LemMacNab (Islas de la Bahía); Abog. Manuel Luna Mejía (Copán); Abog. Alejandro López Cantarero (Intibucá); Profesor Escaleras (Colón). Sentados de izquierda a derecha: Dr. Jesús Medina Alvarado (Copán); Abog. Celeo Murillo Soto (Yoro); Abog.
Manuel J. Fajardo (Copán) Ing. Abraham Williams Calderón (candidato a la presidencia); Dr. Rafael Tercero (Yoro); Abog. César Cabrera (Intibucá) (Cortesía Ing. Vicente Williams A.).
En este escenario poco esperanzador, se iniciaron las negociaciones entre liberales y nacionalistas en primer lugar, entre liberales y reformistas y por supuesto, y entre las dos facciones en que se había fragmentado el Partido Nacional. Las que barajaron varias propuestas: desde Carías como Presidente con el apoyo de los liberales, cosa que la mayoría de los diputados de ese partido, consideraron absolutamente inaceptable; hasta Villeda Morales, elegido con el respaldo de los doce diputados del MNR, cosa igualmente inimaginable siquiera para Carías que, estaba dispuesto a hacer todo lo posible para que tal entendimiento no se pudiera producir. El viejo general, creía que al final, antes de imaginar siquiera que los reformistas apoyarían a un liberal como Villeda Morales, pasaba por alto el profundo resentimiento que había quedado como resaca de los duros ataques que los cariístias les habían dispensado a los nacionalistas alineados con Gálvez y Williams Calderón. “El ala reformista sabía que concurriendo a las sesiones sin haber aceptado las proposiciones del villedismo, no votaría por Villeda Morales y temiendo a Carías, tampoco votarían por éste, mientras que no concurriendo a las sesiones se llegaría indudablemente a un impase sin declarar electo al Presidente de la República. Y una vez vencido el tiempo señalado por la Constitución para hacer la declaratoria, tocaba a la Corte Suprema de Justicia por ley tal designación, y siendo esta eminentemente cariísta, el lógico electo iba a ser el general Carías” (Paredes, 627). Es posible que Carías Andino haya anticipado la jugada de los reformistas, que buscaban que se le cerraran todas las posibilidades a Carías y a Villeda Morales, impidiendo la instalación del Congreso Nacional, de forma que al no hacerlo, se crearía un vacío de poder, dándole la oportunidad a Lozano Díaz para que se convirtiera en Jefe del Estado, obligándose a convocar nuevas elecciones para una Asamblea Constituyente que, elaborase una nueva Constitución,la que facilitaría las cosas de tal manera que, pudiera garantizarse para sí mismo un periodo presidencial de seis años de duración. Carías probablemente creía que aun en este escenario, podría tener alguna posibilidad de regresar al poder.
En efecto, para desgracia del país y su proceso político democrático, a las 12 de la noche del 5 de diciembre de 1954, ante la ausencia de la totalidad de los diputados nacionalistas y reformistas, Julio Lozano Díaz, Presidente Constitucional de la República por depósito que en el hiciera el titular elegido por el pueblo, Juan Manuel Gálvez, se declaró Jefe de Estado, asumiendo todos los poderes, para lo cual se preparó para gobernar mediante decretos ejecutivos. Inmediatamente se dirigió al país, diciendo que, “Nadie podrá afirmar honradamente que yo he creado o buscado esta difícil situación. Ni siquiera la he deseado. El Congreso Nacional debía instalarse constitucionalmente el 5 de diciembre, sin que pueda culparse al Ejecutivo de intervención. Aquel Alto Cuerpo no se instaló y esto ha traído el rompimiento del orden constitucional” (Paredes, 631) Villeda Morales llegó a la Casa Presidencial a brindar con el Jefe del Estado, ofreciéndole su apoyo, en la búsqueda de un pronto retorno al orden constitucional. Julián López Pineda, Director de El Día, dijo: “Todos debemos confiar en que se halla en manos expertas el cercano porvenir de la Patria”.El Jefe de Estado, para honrar sus compromisos con la unidad nacional prometida, creó el Consejo de Estado, integrado por todos los diputados de los tres partidos, electos el 10 de octubre de 1954. ” Posee iguales facultades que el Congreso Nacional, con la única diferencia de que por no resumir la soberanía del pueblo, sus resoluciones no tienen carácter de ley y solo son opiniones ilustrativas o iniciativas sujetas a la aprobación o improbación del Jefe de Estado.” (Boletín del consejo de Estado, 27 de enero de 1955)
Julio Lozano y su Gabinete de Gobierno, (1954) (Cortesía de Enrique Ortez Colindres).
Como presidente de este Consejo, nombró a un viejo y distinguido liberal, Antonio Castillo Vega, — recién llegado al país desde el exilio en donde le mantuviera el general Carías Andino — el que, en su discurso inaugural dijo que, “El Jefe de Gobierno me ha designado para el ejercicio de la Presidencia del Directorio de este Consejo de Estado, honrándome en sobremanera. Quizá encontró en mí, para realizarlo y llevarlo a feliz término, la buena voluntad que he manifestado siempre en mi vida, para buscar la mejor solución a los problemas políticos que a lo largo de la vida hondureña, se han manifestado y en los cuales he intervenido” (Boletín del Consejo de Estado, número 1, Tegucigalpa 27 de enero de 1955, Colección Hondureña, UNAH) A este Consejo de Estado, le hizo llegar Julio Lozano Díaz, el 13 de diciembre de 1954, un “oficio mediante el cual envía a este Cuerpo Consultivo, el Informe relativo al Plan de Desarrollo Económico, que comprende el Acuerdo, creando el Comité, la Exposición de Motivos y Proyecto de Ley sobre Organización del Consejo Nacional de Economía y el Esquema de un Plan de Cinco Años, todo en sesenta copias, para el debido estudio de este Consejo” ( Acta Número Tres, Boletín del Consejo de Estado, 27 de enero de 1955).
Y finalmente, Medardo Mejía — que se sumó al régimen de Lozano Díaz — envió su proyecto de Constitución. Con lo que se cerraba el círculo, con el cual Lozano Díaz, pretendió mostrarse como demócrata que gobernaría provisionalmente, solo con el fin de facilitar la elección de una Constituyente que retornara al país al orden constitucional. Para que el pueblo, libremente consultado, eligiera al gobernante que le sucedería en la Presidencia de la República. Por supuesto, como lo demostrarían los hechos posteriores, buscaba el continuismo de su mandato, la imposición de sus caprichos y la violación de la soberanía popular. Lozano Díaz como otros, repetía el origen de las desventuras de Honduras, las causas del atraso del país y las desgracias que incluso hoy, sufrimos los hondureños. Un poco de tiempo después, cuando los liberales se dieron cuenta de estos planes, el Partido Liberal abandonó el Consejo de Estado. Y Lozano empezó a perseguirlos, expulsando a sus líderes más representativos: Villeda Morales, Óscar Flores y Francisco Milla Bermúdez.
Desde aquella fecha, las Fuerzas Armadas se constituyeron en defensoras y garantes de la Constitución y de la democracia, cosa que, no siempre cumplieron en el periodo de 1963 a 1980, época en que Osvaldo López Arellano, Juan Alberto Melgar, Policarpo Paz García, Amílcar Cruz Zelaya y Domingo Álvarez Cruz suplantaron la soberanía popular. Pero que en el 2009, cumplieron con su deber oponiéndose al continuismo de Zelaya Rosales. La duda que tenemos, pensando en Hegel, es si como lo incluimos en el epígrafe, lo ocurrido en 1954 fue una tragedia. Ahora cuando parece que los políticos, definidos certeramente por Gautama Fonseca, muestran dificultades para ponerse de acuerdo y por consiguiente, lucen incompetentes para darle seriedad al Congreso Nacional, frenar el continuismo, defender la democracia y erradicar de la política la inmoralidad, la corrupción, la manipulación en contra de Honduras y de su pueblo, escenificarán, sin ninguna duda, una farsa continua, como decía Hegel. Especialmente si no hay fuerzas modernas que impulsen el cambio real y profunda de los políticos nacionales.
Tegucigalpa, febrero 1 del 2016. Juan Ramón Martínez