*** Emergieron sindicatos independientes en un sector antes controlado por organizaciones afines al poder.
El sindicalismo latinoamericano enfrenta uno de sus mayores desafíos históricos ante Gobiernos de orientación liberal, reformas laborales restrictivas y el avance de la informalidad. Entre la confrontación, la adaptación y la pérdida de poder, los sindicatos se reinventan o se diluyen en un escenario cambiante y desigual.
En Argentina, un país de fuerte tradición obrera, la Confederación General del Trabajo (CGT, peronista) y la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), enfrentan las políticas de ajuste del presidente Javier Milei, que han acelerado el deterioro social y la pérdida de empleo.
En menos de un año, la CGT ha convocado tres huelgas generales, y actualmente se debate entre endurecer su postura o mantener canales de diálogo. Según el analista Jorge Arias, la precarización y el debilitamiento del respaldo político han restado fuerza al movimiento sindical.
México: auge de sindicatos independientes tras el T-MEC
En México, la ratificación del convenio 98 de la OIT en 2018 y las reformas constitucionales de 2019, exigidas por el tratado de libre comercio con sus socios del norte (T-MEC), marcaron un punto de inflexión en el sindicalismo.
Emergieron sindicatos independientes en un sector antes controlado por organizaciones afines al poder. Gracias al mecanismo de respuesta rápida del tratado, se resolvieron numerosas quejas laborales.
Desde entonces, México ha vivido una oleada de revisiones colectivas con más de 30.000 convenios legitimados y casi 10.000 nuevos contratos colectivos. La Confederación de Trabajadores de México (CTM) y la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE) siguen siendo los actores clave.
En Brasil, la reforma laboral que eliminó el financiamiento obligatorio mermó drásticamente el poder de los sindicatos, que han perdido visibilidad incluso en fechas emblemáticas como el 1º de Mayo. Aunque el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, exlíder sindical, promueve mejoras laborales, las protestas siguen siendo escasas y poco representativas.
En El Salvador, el sindicalismo ha perdido su rol contestatario y hoy respalda mayoritariamente al Gobierno populista de derechas de Nayib Bukele. El ministro de Trabajo, Rolando Castro, proviene del movimiento sindical y ha consolidado una estructura oficialista, en contraste con el pasado combativo. La fragmentación heredada de gobiernos anteriores ha contribuido a este giro.
En tanto, en Honduras, la fragmentación y la migración masiva han restado protagonismo al movimiento obrero, y en Costa Rica, la relación del presidente Rodrigo Chaves con los sindicatos es tensa y está marcada por acusaciones de corrupción. EFE