sábado, junio 21, 2025
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Día de la Madre: Entre flores y lagrimas

Tegucigalpa, Honduras

*** Ambos relatos de ambas madres resaltan el contraste y las luchas que persiguen en distintas realidades.

El día de la madre llena las calles de Honduras entre flores para celebrar a la persona que nos ha guiado en el sendero de la vida, pero, existen madres que han perdido a sus hijos y que luchan a diario para llevar el sustento a sus hogares, expuestas en las calles a la espera de recibir algún tipo de ayuda que pueda sanar la necesidad.

Doña María Úrsula Zapata, madre luchadora “entre lágrimas” recuerda a su hijo

En el Parque Central de Tegucigalpa, María Úrsula Zapata Ortega, de 71 años, mantiene viva su lucha diaria, vendiendo bolsas con agua para sostenerse. Esta madre marcada por las adversidades, es un reflejo del sacrificio y la fuerza que tantas mujeres encarnan, especialmente en estas fechas.

María Úrsula es madre de dos hijos, aunque uno de ellos, Carlos Humberto Zapata, falleció a los 28 años. El dolor de su pérdida sigue presente en su vida, una herida que nunca cierra del todo. “Él se mató, él solo”, recuerda con voz temblorosa, relatando cómo su hijo, atrapado en el alcohol, las drogas y conflictos personales, decidió poner fin a su vida. “Se embolaba y se drogaba, todos los días”, comentó.

A pesar de la tragedia, María Úrsula sigue adelante con el apoyo de su hijo sobreviviente, Luis Armando Rivera Zapata, de 43 años, quien se dedica a pintar casas. Aunque su trabajo es inestable, él es su principal soporte, aportando lo que puede para que su madre no enfrente sola las dificultades de la vida. “Él me ha hecho un cuartito que tengo”, mencionó.

El camino no ha sido fácil para esta madre, desde su juventud ha enfrentado la adversidad, comenta que vendió tortillas, dulces y ahora bolsas con agua para llevar el sustento a la casa, luego de que su esposo los abandonara. Ella recuerda con nostalgia los tiempos en que podía compartir con su madre y hermanos, de quienes también se ha despedido con el paso de los años.

“Cuando yo escucho las canciones de mi madre, yo me recuerdo de ellos”, dice, recordando esos días en que las reuniones familiares en la iglesia llenaban su corazón de esperanza y compañía. Sin embargo, esos momentos han quedado atrás. Ahora, su conexión con la familia es más frágil, especialmente con los tres nietos que le dejó su hijo fallecido, de quienes, por conflictos familiares, se ha visto alejada.

La vida de María Úrsula es una historia de lucha constante, de dolor y de resistencia. En este Día de la Madre, ella sigue de pie, luchando por su sustento en las calles de Tegucigalpa, aferrada a los recuerdos de quienes ya no están, pero con la esperanza de un futuro más tranquilo y digno.

Para todas las madres como ella, que enfrentan cada día con valentía y amor incondicional, este homenaje es un recordatorio de que, a pesar de las dificultades, su fuerza sigue iluminando el camino para las generaciones que les siguen.

Doña Miriam Velázquez espera con ansias las “flores” de su hijo con quien pasa cada Día de la Madre

Miriam Velázquez se describe a sí misma como una mujer jubilada que ha encontrado en la tranquilidad del hogar un refugio para esta etapa de su vida. Hasta hace cinco años, trabajaba en proyectos forestales, pero decidió retirarse para dedicarse al cuidado de su casa, su bienestar personal y la compañía de su fiel mascota, es una vida que, aunque pausada, está llena de propósito y gratitud.

Su único hijo, de 29 años, es médico y labora en la Secretaría de Salud. Aunque sigue estudiando a nivel de diplomado, esperando con paciencia la oportunidad de especializarse, Miriam se siente orgullosa de lo que ha logrado. “Aunque los hijos crecen, uno sigue siendo madre para siempre”, reflexiona, con la certeza de que su misión como madre no termina cuando sus hijos se convierten en adultos.

Para Miriam, el Día de la Madre es un momento sagrado, un día para agradecer. Ella y su hijo, al ser una familia pequeña, mantienen una tradición especial, cada año comienzan la celebración en oración, agradeciendo a Dios por el privilegio de ser madre y por el regalo de seguir juntos. Luego, salen a comer y dedican tiempo a visitar a personas que consideran que necesitan compañía en estas fechas, compartiendo un poco del amor que han recibido.

“Como madres, debemos pedir siempre la sabiduría para decir las palabras correctas a nuestros hijos y bendecirlos, porque ellos son el reflejo de lo que hemos creado y formado con amor”, expresa con firmeza, convencida de que la maternidad es una misión sin final, un compromiso que trasciende generaciones y deja huellas profundas en el corazón de quienes tocan.

En su voz se percibe el orgullo y la paz de una madre que ha dado lo mejor de sí, construyendo un legado de amor y gratitud que hoy se refleja en su hijo, y en cada paso de su tranquila rutina diaria. Edin Durón/Hondudiario

 

 

 

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