sábado, agosto 9, 2025
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Centro de Pandas de Chengdu: un edén de bambú para el tesoro nacional de China

Tegucigalpa, Honduras

*** El Centro de Investigación y Cría del Panda Gigante, un santuario donde ciencia, conservación y ternura conviven a diario.

En el corazón de la provincia de Sichuan, donde las colinas verdes contrastan con el cielo azul y el bambú brota de la tierra y se convierte en vida, se encuentra uno de los santuarios más emblemáticos del patrimonio natural de China: el Centro de Investigación y Cría del Panda Gigante de Chengdu, conocido popularmente como “la Base de Pandas”.

Ubicada a solo 10 kilómetros de la céntrica Plaza Tianfu, esta reserva de 3,07 kilómetros cuadrados logra en la actualidad combinar ciencia, conservación y turismo, convirtiéndose en un símbolo global de protección de especies endémicas, especialmente del panda gigante y su tímido pariente, el panda rojo.

Según cifras oficiales, en este oasis viven 260 pandas gigantes, cuyos hábitos y personalidades se estudian con dedicación casi monástica. Con un menú que consiste en un 99 por ciento de bambú (más precisamente, de la especie que crece en las montañas altas), estos emblemáticos animales pasan sus días entre festines vegetales y largos descansos en “mansiones acondicionadas” con aire frío para mitigar los efectos del calor.

Criaturas de la mañana

Los pandas son criaturas de la mañana. En las primeras horas del día se les observa en plena actividad: comiendo, jugando o, en ocasiones, protagonizando escenas enternecedoras como la de una madre acurrucando a su cría. Algunos, como en los cuentos, regresaron del extranjero: tras estancias en Canadá, volvieron a casa.

La longevidad también tiene su reina. Una osa panda de 38 años ostenta el título de la más longeva del centro, muy por encima del promedio de 14 años que viven en estado salvaje o los 20 en cautiverio. Con su andar pausado y mirada serena, parece no importarle el tiempo.

El centro no solo es hogar, sino laboratorio y escuela. Durante tres décadas, los científicos rompen barreras en materia de reproducción, manejo genético, cuidado neonatal y prevención de enfermedades. Gracias a estos esfuerzos, hoy alberga la mayor población protegida ex situ de pandas gigantes del planeta, además de una importante comunidad de pandas rojos.

Estos últimos, de unos cinco kilos y un metro de longitud, se distinguen por su carácter más solitario. Existen dos subespecies: la china y la del Himalaya. Aunque también comparten el amor por el bambú, sienten predilección por las manzanas, según explicó la guía del recorrido. Sus antepasados, al igual que los de los gigantes, fueron carnívoros, pero su evolución los llevó a una dieta estrictamente vegetal.

El centro cuenta con instalaciones diseñadas para simular el hábitat natural de los pandas. En medio del bosque, distribuidas con armonía, se encuentran maternidades, hospitales, zonas de alimentación y laboratorios, donde se gesta el futuro de la especie. Algunas áreas acogen pandas gemelos, y otras, “hijos únicos”, cada uno con personalidad distinta: hay extrovertidos, tímidos, dormilones y juguetones.

Comensales exigentes

Los trabajadores del centro desempeñan un rol esencial. Recolectan el bambú sobrante, ya que los pandas son comensales exigentes y no devoran todo de una vez. También les ofrecen “aguas de miel”, una de sus bebidas favoritas, que consumen con un entusiasmo, igual que cualquier goloso empedernido.

La educación es otro pilar de la Base de Pandas. Desde el año 2000, lideran iniciativas de divulgación científica a nivel nacional, organizando más de 3.000 actividades y siendo reconocida con múltiples premios, incluyendo el título de “Personaje de Divulgación Científica del Año 2023”, otorgado por importantes instituciones académicas chinas.

El turismo, lejos de ser una amenaza, se integra de forma sostenible. La experiencia del visitante es tanto un paseo como una lección. Peluches, recuerdos, imágenes del panda en cada rincón … todo respira ternura, ciencia y conciencia. En 2024, el centro batió récords de visitantes, lo que confirma su popularidad sin precedentes.

Entre colinas brumosas, espejos de agua y el canto de las aves, la Base de Pandas logró ser merecedora en dos ocasiones del premio medioambiental “Global 500” de las Naciones Unidas. En 2006 fue clasificada como Atracción Turística Nacional de Nivel AAAA. Hoy, sigue siendo un faro en la protección del símbolo viviente más entrañable de China.

Mientras los pandas continúan con su tranquila rutina, ajenos a los flashes y los informes, la Base de Chengdu mantiene viva la esperanza de conservar esta especie única. Como un poema escrito en hojas de bambú, el trabajo realizado allí se lee con admiración en todo el mundo. OB/Hondudiario

 

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