*** Este “The Big Ass World Tour” seguirá por Europa con un concierto en Lisboa (Portugal) y dos en Londres (Reino Unido), antes de dar el salto a los Emiratos Árabes, Estados Unidos y Canadá.
El artista estadounidense Post Malone se ha presentado este viernes en el Estadi Olímpic Lluís Companys de Barcelona convertido en un rapero cowboy para presentar las canciones de “F-1 Trillion”, su último disco, en un concierto tan espectacular como íntimo.
La noche en Montjuïc ha comenzado por todo lo alto con una ráfaga de llamaradas y fuegos artificiales, que arropadas por el bombo de la batería han dado paso a “Texas Tea”, primer y único bocado a “AUSTIN” (2023), y a una larga ovación del público.
Pese a ser padre de seis álbumes, Austin Richard Post, aka Post Malone, ha vertebrado la noche alrededor de los dos trabajos que cierran y abren su discografía: “Stoney” (2016) y “F-1 Trillion” (2024).
La gracia de este movimiento está en que el neoyorkino comenzó en la industria hace una década subiendo a SoundCloud unas primeras maquetas de un nítido sonido trap, para virar con los años hacia una mezcla inclasificable de rap, rock, country y folk.
De hecho, no solo es una cuestión musical, ya que hoy la cara tatuada del cantante contrasta con su estética de cowboy y la facilidad con la que saca una guitarra acústica al escenario.
Así, “Wow”, “Better now” o “Wrong ones” han sobrevolado el Estadi Olímpic saliendo como barras de rap encajadas dentro de melodías presentadas por una banda clásica de rock.
No ha sido hasta la llegada de “Go flex”, un tema que el año que viene cumple diez años, que se ha podido ver el espíritu primigenio de rapero del neoyorkino, pese a enmascarar la canción bajo una pátina folk.
De este modo, la presentación del concierto, el único en suelo español de la gira “The Big Ass World Tour”, ha sido una escenificación febril y onírica del sueño americano; una mezcla entre el bar de carretera con gramola, el vaso rojo de las fiestas universitarias y la hebilla gigante que hace de frontera entre una camisa de cuadros y un pantalón tejano.
Más allá de la música, una de las sorpresas de la noche ha sido la pobre asistencia de público, que se ha quedado muy lejos de los 50.000 que caben en el Lluís Companys, algo polémico ya que el concierto ha obligado al Barça a jugar su partido del domingo contra el Valencia en el Johan Cruyff.
De nuevo en las canciones, la espectacularidad de temas como “Goodbyes” o “What don”t belong to me” ha dado paso a momentos de intimidad entre Post y el público, como “I Fall Apart” y “Losers”, cantada junto a Jelly Roll, telonero de la velada.
La cercanía del show, casi como si cantara en la tarima de un bar y no en un estadio olímpico, se ha palpado en la emoción de “Feeling Whitney” o “Stay”, tema en el que ha hecho subir a un fan a tocar la guitarra, lo que ha liberado a Post para interpretar el tema con absoluta devoción con un cigarrillo entre los dedos.
Ya en la recta final, el estadounidense ha sacado “Pour Me a Drink” del baúl de los temas de rodeo, ha entonado una clásica trama de la narrativa country en “I Ain”t Comin” Back”, para luego dar su hachazo rapero en “Rockstar”, uno de los primeros hits que cosechó.
Para despedirse de Barcelona, Post Malone ha invocado entre ráfagas de fuego “I Had Some Help”, “Sunflower” y “Congratulations”, tres clavos que apuntalan lo que ha sido el viaje estilístico del neoyorkino.
Este “The Big Ass World Tour” seguirá por Europa con un concierto en Lisboa (Portugal) y dos en Londres (Reino Unido), antes de dar el salto a los Emiratos Árabes, Estados Unidos y Canadá. EFE