*** En el proceso electoral hondureño, unos candidatos publican encuestas y ya se autoproclaman como ganadores, con varios propósitos, uno para manipular perceptivamente a sus seguidores y mantenerlos motivados y, al mismo tiempo, generar desconfianza cuando terminan derrotados, y cuando los resultados no les favorecen como han anunciado, después alegan que perdieron por fraude y justifican manifestaciones y hasta confrontaciones.
En los últimos años, las encuestas o sondeos de opinión con fines electorales han dejado de ser simples instrumentos de medición para convertirse en herramientas de manipulación de la percepción pública. Aunque en teoría deberían servir para aproximar la opinión de la ciudadanía sobre los candidatos presidenciales, en la práctica han degenerado en mecanismos que, lejos de reflejar la realidad, muchas veces la distorsionan.
Opinión instantánea vs. realidad electoral
Todo el mundo sabe que las encuestas, sobre todo en contextos electorales, representan apenas la opinión emotiva de un momento: una reacción colectiva frente a coyunturas específicas, escándalos, debates o simples noticias del día a día. Existen encuestas más serias, reflexivas y con mayor rigor metodológico que suelen acercarse a la realidad, mientras otras caen en la manipulación o el sesgo, ya sea intencional o por errores de muestreo y diseño.
Credibilidad en crisis
La credibilidad de las encuestas ha caído en picada. Los motivos son variados: desde muestras no representativas, preguntas tendenciosas, manipulación directa de los resultados, hasta la publicación selectiva de aquellos datos que benefician a ciertos intereses políticos. El resultado es un escenario propicio para que cientos de candidatos presidenciales se autoproclamen ganadores “según las encuestas”, pretendiendo arroparse con un manto de legitimidad que no existe.
Una máscara para manipular seguidores
No es raro ver, en cada proceso electoral, a varios candidatos presentando encuestas que los colocan como inevitables vencedores. Esta estrategia tiene un doble propósito: manipular perceptivamente a sus propios seguidores para mantenerlos motivados y, al mismo tiempo, generar desconfianza en caso de una derrota. Así, cuando los resultados reales no corresponden a sus “triunfos” anunciados, no dudan en alegar fraude, preparando el terreno para la polarización y la confrontación.
La única encuesta que cuenta
La experiencia reciente lo confirma: la verdadera encuesta es la del día de la votación. Ningún sondeo previo, por más sofisticado que sea, reemplaza el veredicto final manifestado en las urnas. Apostar por las encuestas como oráculo infalible es olvidar que son, en esencia, una foto borrosa y ocasional de una realidad dinámica y compleja. Y cuando esa borrosidad se usa como careta para ocultar la verdad, las percepciones de triunfo se estrellan irremediablemente contra los hechos.
En conclusión, las encuestas electorales pueden ofrecer pistas interesantes, pero jamás deben erigirse como la última palabra. Son útiles para analizar tendencias y contextos, pero peligrosas cuando se presentan como certezas. La única verdad, en democracia, se expresa votando, no contestando formularios.
Se entiende, cómo las encuestas electorales han pasado de ser herramientas neutrales de medición a instrumentos de manipulación de la percepción pública. Se destaca que muchas veces sólo reflejan la opinión emotiva del momento y que, por su falta de rigor o manipulación, han perdido credibilidad. Muchos candidatos se auto-proclaman ganadores basándose en estas encuestas para motivar a sus seguidores y, luego, justificar derrotas alegando fraude. Finalmente, se recalca que la única encuesta válida es la votación real el día de las elecciones.
Sobre las encuestas, existen argumentos sólidos para debatir sobre la manipulación de las encuestas electorales, porque se han convertido en Instrumentos de propaganda, porque muchas encuestas son presentadas de forma parcial o manipulada para beneficiar a un candidato o partido, convirtiéndose en herramientas de propaganda más que de medición objetiva.
Asimismo, generan percepciones de triunfo, cuando se publicar encuestas favorables para inducir la idea de que cierto candidato ya es el vencedor, lo que puede influir en la conducta del electorado y desmotivar la participación de otros votantes.
Estas encuestas manipuladas provocan percepciones que pueden llevar a la gente a votar por el candidato mejor posicionado según el sondeo, aunque no sea su preferido, distorsionando así la intención real de voto.
Estas publicaciones, según su posicionamiento mediático, muchas veces justifican el fraude y hasta las denuncias infundada de que cuando un candidato pierde tras encuestas que lo favorecían, puede alegar fraude, argumentando que la «voluntad popular» había sido expresada previamente por los sondeos.
En tal sentido, generan la pérdida de confianza en el proceso democrático, que se liga al uso abusivo y tendencioso de generar desconfianza generalizada en los ciudadanos tanto hacia los estudios de opinión como hacia las propias elecciones.
Las encuestas están sometidas a metodologías opacas y poco rigurosas, porque muchas no informan claramente sus métodos, muestra o margen de error, facilitando así su manipulación y desinformación.
En tal sentido, para expertos y analistas, las encuestas pueden usarse para ejercer presión sobre la cobertura mediática hasta condicionan la interpretación pública de la realidad política.
Contexto perceptivo
Un candidato puede encargar varias encuestas con diferentes metodologías y publicar únicamente la que le resulta más favorable, ocultando aquellas que no lo benefician. Así crea la percepción de que es el preferido, aunque en realidad los datos estén divididos.
Muchas veces el contenido o la formulación de preguntas es tendenciosa, a manipular las preguntas para influir en las respuestas. Por ejemplo, en lugar de preguntar “¿Por quién votaría en las elecciones?”, se introduce un sesgo: “Considerando su buen desempeño, ¿votaría usted por el candidato X?”.
Se conoce como manipulación el diseño de muestras no representativas, donde el candidato promueve encuestas dirigidas a segmentos de la población donde sabe que tiene mayor apoyo (por ejemplo, solo en zonas urbanas afines), presentando después los resultados como representativos de toda la ciudadanía.
Asimismo, se incluye el quehacer de la difusión masiva en medios y redes, donde se invierte en campañas mediáticas para dar visibilidad únicamente a sondeos que le otorgan ventaja, reforzando la idea de triunfo seguro y desmotivando a los seguidores de otros candidatos.
Se realiza la manipulación de márgenes de error en la presentación de datos, porque se omite o camufla el margen de error, o se presentan gráficos exagerando la diferencia entre candidatos para crear una ilusión de gran ventaja aunque la diferencia real sea mínima.
Expertos calificas varios tipos de encuestas como la “patito” o las que sólo se dan resultados y las muestras son inexistentes, es decir se inventan encuestas o se atribuyen a instituciones fantasmas o poco conocidas, citando cifras infladas para alimentar la narrativa de que la victoria es inminente.
Existen ejemplo en el quehacer hondureño, donde un candidato difunde en redes sociales un gráfico que lo muestra con 45% de intención de voto, muy por encima de sus rivales. Al investigar, resulta que la encuesta fue hecha en un mitin suyo o en una red social donde solo participan sus seguidores, pero publica esos resultados como si fueran nacionales.
Es decir, estos métodos tienen como objetivo manipular la opinión pública y condicionar el voto, afectando la legitimidad del proceso electoral, pero dejan evidencia una lista de errores comunes en la interpretación cuando se trata de encuestas electorales:
Muchas personas toman o entienden que los resultados de las encuestas son predicciones al pensar que la “adivinas” el resultado final, olvidando que solo es una fotografía momentánea y no una garantía del comportamiento electoral.
Al ignorar el margen de error, eso lo que lleva es a interpretar como una gran ventaja lo que en realidad puede ser un empate técnico.
Se incurre en el error de no analizar la representatividad al suponer que la muestra es representativa de toda la población sin verificar cómo y dónde se recolectaron los datos.
En unas encuestas se advierte, que no se revisan aspectos técnicos como el tamaño de la muestra, el método de selección de los encuestados o el tipo de preguntas usadas, con el objetivo de confundir la intención de voto con voto efectivo y asumir que quienes dicen tener una preferencia necesariamente votarán por ese candidato el día de la elección.
Expertos recomiendan conceptos básicos para interpretar encuestas electorales con sentido crítico: Como revisa la fuente y asegúrate de que la encuesta provenga de una casa encuestadora reconocida y con trayectoria, desconfía de encuestas sin datos claros sobre su procedencia.
Verifica cuántas personas fueron encuestadas (tamaño de la muestra) y pregunta cómo y dónde se seleccionaron los participantes, y si reflejan la diversidad de la población, es importante siempre observar el margen de error, las diferencias pequeñas pueden no ser significativas si están dentro de ese rango.
Es importante analizar la fecha, los acontecimientos recientes que pueden modificar rápidamente las opiniones, sumado a la metodología que explica el método de recolección de datos (telefónica, presencial, online), incluyendo si las preguntas fueron neutrales o tendenciosas.
En las encuestas siempre es necesario buscar datos sobre indecisos y no respuestas, es decir; ¿Cuántos no respondieron o dijeron estar indecisos? Estos grupos pueden cambiar el resultado final.
Existen contrastes en la implementación de las encuestas, para no considerar que la encuesta es la única verdad absoluta. Compara resultados de diferentes casas encuestadoras y fechas.
Muchas personas o políticos alardean con sendos titulares sobre resultados de las encuestas, con frases y expresiones como “arrasador triunfo” un sensacionalismo de palabra y no en los datos reales.
Para entender las encuestas, hay que identificar los posibles sesgos que se originan desde quién pagó la encuesta y si hay intereses detrás de su publicación, sin olvidar que las encuestas no predicen el futuro, que la misma refleja un momento, no garantiza el resultado final de una elección.
La manipulación de encuestas puede influir significativamente en el ánimo y comportamiento de los votantes, provocando muchos efectos entre los votantes, desde promover la desmotivación o exceso de confianza.
Cuando las encuestas muestran a un candidato como gran favorito, sus seguidores pueden sentirse demasiado confiados y no acudir a votar, creyendo que la victoria es segura. O, por el contrario, los simpatizantes de otros candidatos pueden desmotivarse y decidir no participar, pensando que ya todo está perdido.
El efecto “voto útil”, donde los votantes pueden abandonar a sus verdaderos candidatos preferidos y apostar por el que aparece más viable en las encuestas, con tal de evitar que gane el menos deseado. Esto distorsiona la voluntad real del electorado.
Las encuestas provocan la sensación de fraude ante la derrota, considerando que, si una encuesta manipulada genera grandes expectativas en torno a un candidato, sus seguidores podrían no aceptar una eventual derrota y sentir que hubo fraude, aumentando la polarización y la desconfianza en el sistema electoral.
Al considerar los resultados, las provocan la movilización o desmovilización selectiva, porque unos resultados engañosos pueden usarse para intentar desmovilizar a la base opositora (“ya no tiene caso salir a votar”) o, al contrario, para motivar la movilización propia (“estamos a punto de lograrlo, salgamos todos”).
El uso de las encuestas mediáticamente sin duda alguna generan manipulación de la percepción colectiva. Al influir en la percepción de “quién va ganando”, se puede crear un efecto de “ola” donde la gente termina apoyando al candidato que parece más popular, aunque no lo sea realmente. MO/Hondudiario



