lunes, noviembre 24, 2025
spot_img
InicioDeportesBest, Maradona y el día internacional del fútbol

Best, Maradona y el día internacional del fútbol

Tegucigalpa, Honduras

*** Cuando el joven Maradona tuvo que elegir ídolo solo miró hacia la casaca roja del Manchester United.

Si hubiera que elegir un día internacional para el fútbol, este seguramente sería el 25 de noviembre. Si el 23 de abril es el día del libro por los fallecimientos de Miguel de Cervantes, Garcilaso de la Vega y Williams Shaskespeare, el 25 de noviembre es un día señalado para el fútbol por las muertes de Diego Armando Maradona y George Best.

Hace veinte años se fue Best, a los 59 años, con el hígado y las entrañas destrozadas por la única pasión de su vida a la que nunca pudo vencer, la bebida. Otro 25 de noviembre, esta vez del 2020, se marchó Maradona, maltratado tras una vida de trastornos y de montañas rusas que empeoró con su positivo por cocaína en el Mundial de 1994.

Aquel incidente destrozó a Argentina en la Copa del Mundo de Estados Unidos y acabó con la carrera de ‘El Diego’, tal y como se empeñó en cercenar la suya propia Best, que pasó de ser un campeón de Europa, Balón de Oro y el mejor del mundo en el glorioso Manchester United a perder paulatinamente el interés por el fútbol y autodestruirse.

El destino de Best y Maradona surcó vidas paralelas y, sin el norirlandés saberlo, su figura sirvió para ejemplo e inspiración de un Maradona que muchas veces se quedó solo con la parte excéntrica y adictiva y no aprendió la lección de su final.

Ambos llegaron al millonario y lujosos fútbol procedentes de ambientes complicados y humildes. Uno de la pobre Irlanda del Norte y otro de Villa Fiorito. Ambos nacieron en la nada y se convirtieron en todo.

A Best lo adoraban las mujeres. Su pelo largo y sus andares de estrella pronto le pusieron a la altura de unos ‘Beatles’ que parecían su espejo dentro de la escena musical. No en vano, en 2007, la revista GQ lo nombró como uno de los 50 hombres con más estilo de los últimos 50 años. Era un icono, un modelo, un ‘rockstar’.

Maradona era simplemente Dios, la religión en la que creía una ciudad como Nápoles y un país como Argentina. Una deidad capaz de conseguir que los napolitanos dudaran a quién animar cuando Italia y Argentina se enfrentaron en las semifinales del Mundial de 1990.

Cuando el joven Maradona tuvo que elegir ídolo solo miró hacia la casaca roja del Manchester United.

«George me inspiró cuando era pequeño. Era extravagante, emocionante y tenía la capacidad de inspirar a sus compañeros. Creo que éramos jugadores muy similares, regateadores que creábamos magia», recordó Maradona cuando murió Best.

Qué grandes amigos hubieran sido estos dos de haber coincidido en sus años de jugador, pero los problemas surgían cuando el partido acababa y ambos guardaban las botas.

La adicción de Best era el alcohol. Al celebrar un gol, su hígado ya presagiaba una noche complicada y a medida que los años pasaban y las resacas pesaban más, su implicación en el fútbol se fue al garete. Era más habitual verle en la barra de algún bar que en la banda de Old Trafford.

Sus problemas con la bebida le llevaron a la cárcel en las navidades de 1984, a robar a una mujer para beber en 1981, a agredir a un agente, a dos detenciones por conducir bebido y a un trasplante de hígado en 2002. Muchas vidas condensadas en una sola.

Best fue el mejor ejemplo de cómo el mito ayudaba a ocultar los trapos sucios y cómo era más fácil mirar para otro lado cuando su vida se destruía.

«Estaba enfermo, pero el único que no lo veía era yo», dijo en una de sus últimas entrevistas.

Maradona estaba cortado por el mismo patrón. Como retrata a la perfección Asif Kapadia en el documental de 2019 sobre el futbolista, su flirteo con la droga era un secreto a voces en Italia.

Una adicción que provocó una muerte lenta que fue camuflada por sus jugadas en el campo y por la continua sensación de que no existía nada más importante en Nápoles que él. Si ‘El Diego’ caía, caería el fútbol y la ciudad con él.

«¿Sabes qué jugador hubiera sido yo si no hubiera tomado cocaína? ¡Qué jugador nos perdimos!», exclamó el Maradona más nostálgico.

Un fiel reflejo de que él mismo, con el paso de los años se arrepintió de que uno de los mayores talentos de la historia del deporte -para muchos el mejor- se dilapidase sin freno alguno.

De Best es imposible no conocer alguna de las frases que le han convertido en una leyenda de ese otro fútbol, el que traspasa el césped.

«Gasté mucho dinero en coches, mujeres y alcohol. El resto lo desperdicié» .

«En el 69 dejé las mujeres y la bebida. Fueron los peores veinte minutos de mi vida» .

«Tenía una casa cerca del mar, pero para ir a la playa había que pasar por delante de un bar. Nunca me bañé».

Palabras que levantan una sonrisa, que rápidamente desaparece por el recuerdo final de un Best que murió en un hospital de Londres y cuyos últimos minutos sirvieron de advertencia a otros como él en las portadas de Inglaterra.

«No muráis como yo», murmuró con la cara desencajada y moribunda de una estrella apagándose.

Quince años después llegó a su fin la de Maradona. Un paro cardíaco arrebató al mundo al hombre que hizo saber que todo en esta vida se puede corromper, destruir y ensuciar.

Todo menos una cosa; mancharse. La pelota no se mancha. EFE

RELATED ARTICLES
spot_img

Tendencias