lunes, diciembre 1, 2025
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Castellanos hace remembranza de hitos de los procesos electorales de Honduras

Tegucigalpa, Honduras

*** Castellanos remarcó que, a pesar de los golpes, de los fraudes, de las noches largas, seguimos creyendo que la democracia.

La presidenta del Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), Gabriela Castellanos recordó los momentos históricos que ha vivido la nación centroamericana en todos los procesos electorales desde 1982 hasta la fecha, luego de que los hondureños viviesen una verdadera fiesta cívica el pasado domingo 30 de noviembre.

Desde 1982, Honduras decidió volver a respirar, lo hizo aun con el humo de los cuartelazos y decretos militares, pero respiró. Aquella Constitución recién parida prometía que jamás volveríamos a vivir bajo dictámenes castrenses ni a la sombra del uniforme; la palabra “democracia” sonaba nueva, como cuando uno descubre el eco de su propia voz en una casa donde antes solo se escuchaban órdenes y vinieron las primeras elecciones de la nueva era: fueron un ensayo, un balbuceo, ese año, el país eligió a Roberto Suazo Córdova, el primer presidente de la nueva era democrática.

Castellanos comentó que, desde entonces, cada cuatro años han asistido a este ritual cívico que pretendía ser fiesta, pero que demasiadas veces ha parecido un funeral. Después de Suazo Córdova llegó José Azcona del Hoyo, encargado de administrar la resaca de los ochenta.

En los ochenta votaron empujados por el miedo a regresar al cuartel y por la esperanza de pisar un país menos oscuro. Washington vigilaba atento, la Guerra Fría congelaba, y Honduras servía de mesa para conflictos que no eran nuestros. Las urnas, entonces, fueron más territorio geopolítico que voluntad popular. Aun así, ejercieron el sufragio en medio de ese huracán, en aquella transición, Rafael Leonardo Callejas tomó el timón a inicios de los noventa.

Llegaron los noventa, y con ellos el espejismo democrático del libre mercado. “Se votaba, sí, pero la pobreza seguía contando los votos. Se votaba con hambre, con miedo. Las elecciones cambiaban gobiernos, pero no cambiaban vidas. Tras Callejas, subió Carlos Roberto Reina, quien quiso bautizar su tiempo como la Revolución moral, después llegó Carlos Flores Facussé, arquitecto de un país que se ahogaba en el Mitch”-

Después entraron al siglo XXI arrastrando los males del siglo pasado, el bipartidismo hacía sus cálculos: cambiaban los rostros, pero las decisiones parecían venir de un mismo guion. Las promesas eran más recicladas que los discursos, y la corrupción se volvió un personaje estable, una especie de ministro eterno sin cartera, pero con caja fuerte. En ese vaivén, llegó Ricardo Maduro, y luego Manuel Zelaya Rosales, intentando cada uno, a su manera, domar un país indomable.

Y entonces llegó el 2009, “el año del quiebre, de la madrugada en que un presidente Zelaya salió en pijama por la puerta equivocada de la historia. Un golpe de Estado, un manotazo militar en pleno siglo XXI, una bofetada al pacto democrático que nos juraron sólido. Aquella fisura dejó cicatrices que todavía duelen. Ese día, Honduras regresó a la infancia rota que intentaba dejar atrás. Después vino el interinato de Roberto Micheletti, como paréntesis de un país dividido”.

Luego se instaló la era del cinismo institucionalizado. Elecciones cuestionadas, observadores inquietos, urnas con vida propia, actas que resucitaban, sistemas que se “caían” con oportuno sentido del espectáculo. Con Porfirio Lobo Sosa comenzó el intento de “normalización”, y tras él llegó Juan Orlando Hernández, quien convirtió la reelección prohibida en puerta giratoria de 2013 a 2017. En 2021, la marea cambió con la elección de Xiomara Castro de Zelaya, la primera mujer presidenta del país. La nación pareció despertar de su fiebre. Se gritó, se caminó, se exigió, y por primera vez en mucho tiempo, la voluntad popular se sintió más fuerte que el miedo. No fue una revolución, pero sí un mensaje enérgico.

“Y así llegamos al 30 de noviembre, unas elecciones entre dudas, esperanzas y tuits que sacudieron el proceso. No somos la democracia perfecta —ni de lejos—. Hemos tropezado, nos han empujado, nos han robado luz, pero seguimos el camino en la oscuridad”, insistió.

Cerró: “Ayer llegamos a las urnas con la frente en alto. Porque, a pesar de los golpes, de los fraudes, de las noches largas, seguimos creyendo que la democracia —aunque cojee, aunque duela, aunque sangre— es la única manera de reconstruir a Honduras”. AB/Hondudiario

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