*** Xinjiang no solo es un punto en el mapa: es una cápsula del tiempo que permite mirar al pasado y al mismo tiempo vislumbrar el futuro de la integración cultural en China.

Entre desiertos rojizos, montañas esculpidas por el viento y antiguas rutas comerciales, la región de Xinjiang, en el noroeste de China, revela un legado que combina maravillas naturales, ruinas budistas, fortalezas de la Ruta de la Seda y barrios que conservan el alma de antiguas civilizaciones. Desde el enigmático Bosque de Piedra Roja de Kizil hasta las callejuelas tradicionales de Kuqa, la región ofrece un testimonio vibrante del pasado y presente de uno de los territorios más diversos e inusuales del gigante asiático.
La primera parada: una extensión de casi 50 kilómetros cuadrados ofrece un espectáculo natural único: el Bosque de Piedra Roja de Kizil, también conocido como la “Ciudad del Diablo”. Situado entre los municipios de Kizil y Heiyingshan, en el condado de Baicheng, este paraje impresiona por sus formaciones geológicas de tipo danxia, moldeadas durante millones de años por el viento y el agua.
Las montañas “cambian de color” a lo largo del día, variando entre tonos marrones y anaranjados, según la temperatura y la luz solar. Caminar por sus senderos de tierra, algunos con sombra natural, permite contemplar formaciones que semejan animales y figuras humanas. En días de lluvia, el agua se desliza por sus relieves formando pequeños ríos momentáneos.
La Puerta al Cielo y la fuente de llamas
Uno de los puntos más llamativos del bosque es la llamada “Puerta al Cielo”, una formación rocosa que, según las leyendas locales, marca la entrada a otra dimensión. Muy cerca se encuentra el manantial de llamas, una curiosa fuente de aguas termales y salinas que brota en la unión de dos placas tectónicas, en una zona también rica en gas natural.

El agua del manantial, de alta salinidad, deja una película resbaladiza al tacto y cristales de sal al secarse. Al pisar la capa de grava roja y blanca que cubre la superficie, se escucha un crujido característico, como si el terreno respondiera a cada paso.
Kizilgaha: el puesto de guardia rojo de la Ruta de la Seda
En el noreste de Kuqa, sobre una meseta desértica a orillas del río Yanshui, se alza la atalaya de Kizilgaha. Construida durante el reinado del emperador Xuan de la dinastía Han, hace más de 2.000 años, esta torre de vigilancia militar fue parte del sistema defensivo de la Gran Muralla en el oeste de China.
La estructura, de planta rectangular y hecha con tierra apisonada, alterna capas de tamarisco y cañas, formando un perfil trapezoidal que se eleva hacia el cielo. Su función era garantizar la comunicación entre puestos militares mediante señales de fuego, que indicaban que todo estaba “sano y salvo”.

Durante la dinastía Tang, la red de atalayas se expandió para defenderse de los ataques de pueblos nómadas del norte. Aunque fueron abandonadas al final de la dinastía Qing, las ruinas de Kizilgaha siguen siendo un emblema del ingenio militar chino y un referente en los estudios sobre la arquitectura defensiva de la antigua Ruta de la Seda.
Subashi: las ruinas del gran templo budista
A solo 20 kilómetros de la ciudad de Kuqa se encuentran las ruinas del Templo Budista de Subashi, en la llanura aluvial del río Kucha. Erigido durante las dinastías Wei y Jin, este complejo religioso alcanzó su esplendor en las dinastías Sui y Tang, antes de ser destruido por la guerra en el siglo IX.
El sitio arqueológico conserva una gran pagoda central rodeada de templos, salas y celdas de monjes, todas construidas con ladrillo de adobe. Es considerado el mayor vestigio de arquitectura budista en Xinjiang y fue el epicentro cultural de la región de Qiuci durante siglos.

En el templo se hallaron fragmentos de cerámica, relicarios, tablillas de madera y rollos de escrituras, así como el “esqueleto de una mujer” que actualmente se conserva en un museo. El sendero que guía a los visitantes atraviesa un paisaje árido de tonos rojizos y grises, mientras las montañas al fondo completan una vista de profunda espiritualidad. El ambiente está acompañado por una música tradicional que emana de parlantes camuflados entre las piedras.
El Callejón de Qiuci: un retrato vivo del pasado
Dentro de la ciudad de Kuqa, el Callejón de Qiuci, de 1,2 kilómetros de longitud, está convertido en uno de los enclaves turísticos más destacados. Conserva el trazado original del casco antiguo de finales de la dinastía Qing y principios de la República de China. Renovado cuidadosamente, el callejón combina la estética tradicional con el dinamismo del turismo moderno.
Las casas mantienen su estructura original, con puertas ornamentadas que reflejan la vida cotidiana de los habitantes. Platos de cerámica, ruedas rústicas y objetos personales decoran las paredes, simbolizando la fuerte conexión entre la comunidad y su historia.

Uno de los pasajes más llamativos es el “Callejón del Cielo”, decorado en tonos azules intensos. Cafeterías con diseños únicos, tiendas de artesanía y puestos de ropa tradicional ofrecen a los visitantes una experiencia sensorial completa. En uno de los momentos más festivos del recorrido, un grupo de artistas locales ofreció un baile típico, invitando luego a los turistas a unirse a la danza.
Durante el paseo por el callejón, se observó a músicos locales interpretando canciones tradicionales con instrumentos autóctonos. La música y el canto fluyen de manera espontánea, mientras los visitantes degustan té en los locales repartidos a lo largo del trayecto, muchos de ellos decorados con lámparas, estrellas y elementos que se iluminan al anochecer.
Kuqa, corazón cultural de la antigua Qiuci
Conocida en la antigüedad como Qiuci, Kuqa fue una de las ciudades clave de la Ruta de la Seda. Durante las dinastías Han y Tang, fue un importante centro político, económico y espiritual del oeste chino. Su legado se mantiene vivo en sus callejones, sus ruinas y su gente, que mezcla con orgullo las tradiciones ancestrales con la vida moderna.

El proceso de renovación de los espacios históricos de Kuqa logra preservar la autenticidad del pasado sin renunciar al confort del presente. Los turistas pueden caminar por senderos de madera en ruinas milenarias o tomar un café en medio de callejones que parecen detenidos en el tiempo.
Los diferentes destinos visitados en esta ruta por la región de Aksu y Kuqa permiten redescubrir la importancia de Xinjiang en la historia de la humanidad. Desde estructuras militares de hace milenios hasta paisajes que parecen de otro planeta, la región es una muestra viva de la diversidad y riqueza cultural de China. OB/Hondudiario